Santiago empezaba a vivir los primeros días de su temporada estival. Aproximadamente en ese verano de 1822, comenzaron a funcionar las primeras chinganas o fondas, estas consistían en lugares de diversión o juegos, además se cantaba y bailaba. Estos locales funcionaban prácticamente desde la siesta hasta altas horas de la madrugada.
Estas chinganas, estaban ubicadas en los alrededores de la plaza de armas, pero ninguna logró una prolongada existencia comercial. En Monjitas abrió sus puertas el «Café de la Baranda» llamado así por los seis billares, para alegría de los aficionados, en cada pieza había una sala de juegos de naipes, dados, en fin había de todo.
Estas tertulias como también se les llamaba había guitarristas, cantoras, bailarinas de zamba, cielitos (danza tradicional que surgió en la región pampeana bonaerense), sajurianas (Baile de pareja suelta e independiente, con pañuelo, caminada y escobillada, propia de reuniones festivas) y cuandos (estilo musical y danza folklórica nativa originaria de las provincias andinas y centrales de la Argentina). Los cronistas de la época aseguraban que el Ministro Diego Portales era asiduo a estos centros de diversión, era partidario que se difundieran para evitar que el pueblo pensara mucho en asuntos de política contingente y subversiva. En todo caso, el Ministro Portales frecuentaba sanamente las chinganas y habría dicho en una oportunidad: «No cambio una zamacueca por una presidencia».
En ese tiempo aparecieron unas hermanas «Las Petorquinas», llamadas así por sus admiradores, estas que en realidad se llamaban: Carmen, Mercedes y Tadea Pinilla; eran oriundas de Petorca, de ahí partieron con mucha ilusión a probar suerte a la capital. Estas lograron su propósito pues debutaron en 1831 en el «Café de la Baranda», dichas cantoras y bailarinas, poco después decidieron aceptar una oferta mejor que les ofreció don Sebastián Gómez, quien tenía una quinta de recreo donde había jardines y unos parrones que ofrecían una agradable y acogedora sombra. Las familias y señoras que eran bastante críticas con este tipo de espectáculos, empezaron a frecuentar dicho lugar ya que ahí no se expendía licor, ni tampoco había juego. «Las Petorquinas» se mostraron con cierto recato.
Estas artistas consiguieron un éxito insospechado, esto concitó cierto interés de los comerciantes, quienes empezaron a inaugurar fondas por distintos lugares del gran Santiago, donde hubo trabajo para cantoras y bailarinas, payadores, guitarristas y hasta magos.
Estas fondas poco a poco fueron decayendo y alejándose cada vez más de la idea original que era ir en familia a pasar un rato de sano esparcimiento.
Las hermanas Pinilla, se dedicaron al teatro, actuaban en veladas con bastante éxito. Una de ellas, Carmen, solía enviar tarjetas al público asistente a las obras de teatro, con una especie de biografía de ellas y en la parte de atrás venía el programa de la función. Ella era la más popular de las hermanas y tenía más ascendiente sobre el trío.
Desde ese día las funciones del teatro eran casi un lleno total, Carmen tenía muchos incondicionales, en ese tiempo las obras de teatro eran en francés. «Las Petorquinas» decidieron innovar y buscaron a alguien que les tradujera, les dijeron que en Francia no se bailaba zamacueca a lo que Carmen contestó: «no importa, lo ambientamos a nuestro país». Al final les adaptaron «Las Damas Apuradas», obviamente le introdujeron aspectos más típicos y novedosos. Finalmente la obra se llamó «Un baile de Tunos», el día del debut el público les dio una silbatina, Carmen se salvó de la rechifla, seguramente fue por su gracia y simpatía. Esta obra quedó inscrita como chilena, no así su autoría, pues por modestia se negó a autorizar su nombre.
«Las Petorquinas» tienen un lugar muy bien ganado en la tradición chilena, su fama de animar fiestas recreativas, fondas y cuanto espectáculo hubo en ese tiempo y la difusión de nuestro naciente folklore.
Documento Biografía de la Cueca Pablo Garrido.